Texto del testimonio flaviano en francés.
Las
Antigüedades judías son una
crónica escrita hacia el año
93 d.C., que narra la historia del pueblo judío de una manera razonablemente completa. Los intereses de Flavio Josefo —entre ellos ganar la simpatía de Roma hacia los judíos— lo llevan, sin embargo, a minimizar las noticias que pudieran resultar conflictivas.
Josefo no menciona a los líderes del pequeño grupo de cristianos (
Pedro y
Pablo) ni a
María (la madre de Jesús). Sin embargo, dos párrafos tratan directa e indirectamente de
Jesús:
En el libro 18 de las
Ant.Iud., capítulo 3,3, se encuentra un texto denominado tradicionalmente «Testimonio flaviano». El fragmento en cuestión ha suscitado extensos debates
filológicos e
historiográficos en cuanto a su autenticidad total o parcial. En el libro 20, capítulo 9.1, se menciona indirectamente a Jesús al relatar la muerte de su hermano Jacobo o Santiago (contracción del
latín Sanct'Iagus, esto es, san Jacobo):
[...]
Ananías era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al
Sanedrín en el momento propicio. El procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino, todavía no había tomado posesión. Llamó a juicio al hermano de Jesús, quien era llamado Cristo, cuyo nombre era Jacobo, y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores a la ley y los condenó a ser apedreados. [...].
Antigüedades judías, 20.9.1
Esta cita ayuda a datar la muerte de Santiago, hermano de Jesús, en el año
62. Este texto del libro 20 es
filológica e
historiográficamente más consistente que el Testimonio Flaviano; al menos, coincide formalmente con el estilo de Josefo. El estudioso
George Albert Wells sugiere la hipótesis de una
glosa marginal (una anotación al margen del manuscrito) que fue incorporada al texto en las copias sucesivas. En otro pasaje (
Ant.Iud., 18.5.2) se hace referencia a la muerte de
Juan el Bautista a manos de
Herodes, pero sin mencionar su relación con Jesús.
El pasaje 18, 3, 3[editar]
El pasaje dice textualmente:
Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio [si es que es correcto llamarlo hombre, ya que fue un hacedor de milagros impactantes, un maestro para los hombres que reciben la verdad con gozo], y atrajo hacia Él a muchos judíos [y a muchos gentiles además. Era el Cristo]. Y cuando Pilato, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la Cruz, aquellos que lo habían amado primero no le abandonaron [ya que se les apareció vivo nuevamente al tercer día, habiendo predicho esto y otras tantas maravillas sobre Él los santos profetas]. La tribu de los cristianos, llamados así por Él, no ha cesado de crecer hasta este día.
Indicadas entre corchetes posibles interpolaciones.
Acerca de su autenticidad hay opiniones enfrentadas:
Primero, están aquellos que consideran al pasaje entero como falso. Las razones principales para esta visión parecen ser las siguientes:
- Josefo no podría representar a Jesucristo como un simple moralista y por otra parte no podría enfatizar las profecías y expectativas mesiánicas sin ofender las susceptibilidades romanas;
- El pasaje arriba mencionado de Josefo parece haber sido desconocido por Orígenes y los primeros escritores patrísticos;
Un segundo grupo de críticos no consideran la totalidad del testimonio de Josefo concerniente a Cristo como falso, pero sostienen que existe una interpolación de las partes marcadas arriba entre corchetes. Las razones asignadas para esta opinión pueden reducirse a las dos siguientes:
- Josefo debe haber mencionado a Jesús, pero no puede haberlo reconocido como el Cristo; por lo tanto parte del actual texto flaviano debe de ser genuina y parte interpolada.
- Igualmente, la misma conclusión se sigue del hecho de que Orígenes conocía un texto del autor judío acerca de Jesús, pero no le era familiar el analizado, ya que, de acuerdo con el gran doctor de Alejandría, Josefo no creía que Jesús fuese el Mesías. (In Matth., XIII, 55; Contra Cels., I, 47).
Esta hipótesis recibió una sólida confirmación en 1971, al descubrirse la versión árabe de la
Historia del Mundo del obispo
Agapio de Hierápolis, que muy posiblemente ofrece el texto original de Josefo, sin las interpolaciones cristianas posteriores (
vid. infra).
Una tercera clase de estudiosos cree que el pasaje completo acerca de Jesús, como se encuentra hoy en día en Josefo, es genuino. Los argumentos principales de la autenticidad del pasaje de Josefo son los siguientes:
- Primero, todos los códices o manuscritos del trabajo de Josefo contienen el texto en cuestión; para mantener la falsificación de este texto debemos suponer que todas las copias de Josefo estaban en manos de los cristianos, y fueron cambiados de la misma manera.
- Segundo, es cierto que ni Tertuliano ni Justino utilizan el pasaje de Josefo acerca de Jesús; pero su silencio se debe probablemente al desprecio con el que los judíos contemporáneos consideraban a Josefo, y a la relativa poca autoridad que tenía entre los lectores romanos. Los escritores de la edad de Tertuliano y Justino podían apelar a testigos vivos de la tradición apostólica.
- Tercero, Eusebio (Hist. Eccl., I, xi; cf. Dem. Ev., III, v) Sozomeno (Hist. Eccl., I, i), Nicéforo (Hist. Eccl., I, 39), Isidoro de Pelusium (Ep. IV, 225), San Jerónimo (Catal.Script.Eccles. XIII), Ambrosio, Casiodoro, etc., recurren al testimonio de Josefo, por lo que en el tiempo de estos ilustres escritores no debían de existir dudas en cuanto a su autenticidad.
- Cuarto, el silencio completo de Josefo acerca de Jesús hubiese sido un testimonio aún más elocuente del que tenemos en el presente texto; este último no contiene ninguna afirmación que sea incompatible con su origen flaviano: el lector romano necesitaba la información de que Jesús era el Cristo o el fundador de la religión cristiana; las maravillosas obras de Jesús y su resurrección de entre los muertos eran pregonadas incesantemente por los cristianos de forma tal que sin estos atributos el Jesús de Josefo no hubiera sido prácticamente reconocido como el fundador de la religión cristiana.
Versión griega[editar]
Apareció en este tiempo Jesús, un hombre sabio, si en verdad se le puede llamar hombre. Fue autor de hechos sorprendentes; maestro de personas que reciben la verdad con placer. Muchos, tanto judíos como griegos, le siguieron. Este era el Cristo (el Mesías). Algunos de nuestros hombres más eminentes le acusaron ante Pilato. Este lo condenó a la cruz. Sin embargo, quienes antes lo habían amado, no dejaron de quererlo. Se les apareció resucitado al tercer día, como lo habían anunciado los divinos profetas que habían predicho de él ésta y otras mil cosas maravillosas. Y hasta hoy, la tribu de los cristianos, que le debe este nombre, no ha desaparecido.
Ant., XVIII, iii, 3
Versión árabe[editar]
La también conocida como versión eslava, fue incluida en el
siglo X en una traducción al
árabe de la obra de Flavio Josefo, dentro de la
Historia Universal, desde sus inicios hasta
941/942 d.C., debida a
Agapio, obispo de
Hierápolis. Fue sacada a la luz en 1971 por el exégeta judío
Shlomo Pines:
En este tiempo existió un hombre de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los convertidos en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo. Según esto fue quizá el mesías de quien los profetas habían contado maravillas.
Como bien se ha observado por algunos autores, especialmente James Charlesworth en 1988, este texto, que es anterior a la copia manuscrita más antigua de lasAntigüedades judías, debe reproducir la versión original de Josefo sin las interpolaciones cristianas posteriores, y contribuye decisivamente, incluso más que el texto de Eusebio, a afirmar la validez del Testimonium flavianum como documento sobre el Jesús histórico.
Versión siríaca[editar]
Aparece en
Crónica siríaca, obra del
siglo XII, de Miguel el Sirio.