quinta-feira, 9 de junho de 2011

EL PERÍODO INTERTESTAMENTARIO

O escribano Valdemir Mota de Menezes ha leido este artículo sobre la História de Israel e ha considerado una buena narativa del periodo intertestamentario. Hablando de la realidad que llegó hasta nosotros sobre los judíos durante dominación griega y romana.


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El período intertestamentario:
Las profecías de Daniel
Por Mario Seiglie


en esta serie hemos seguido la historia
bíblica desde Génesis hasta el
final del cautiverio de los reinos
de Israel y Judá, y hemos examinado algunos
de los hallazgos arqueológicos e
históricos que confirman y aclaran el texto
bíblico. En este número presentamos
más pruebas que confirman la veracidad
de la Biblia en lo que se refiere a la época
intertestamentaria; es decir, el período entre
los últimos hechos descritos en los libros
del Antiguo Testamento y los que se
relatan en los cuatro evangelios.


Durante esos 420 años se cumplieron
varias profecías que atestiguan la autenticidad
de la Palabra de Dios y prepararon
el escenario para otro acontecimiento profetizado:
el advenimiento de Jesucristo.
Aunque el Antiguo Testamento llega a
su fin un poco después de los hechos descritos
en los libros de Daniel, Esdras, Nehemías
y Ester, las profecías de Daniel
predijeron sucesos durante el período intertestamentario.




Alejandro Magno en la profecía

Dios le reveló a Daniel en una visión
que el reino que surgiría después de los
persas sería el de los griegos, bajo el mando
de Alejandro Magno. Gabriel, el mensajero
angelical de Dios, le explicó a Daniel:
“En cuanto al carnero que viste, que
tenía dos cuernos, éstos son los reyes de
Media y de Persia. El macho cabrío es el
rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía
entre sus ojos es el rey primero. Y en
cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron
cuatro en su lugar, significa que
cuatro reinos se levantarán de esa nación,
aunque no con la fuerza de él” (Daniel
8:20-22).
Súbitamente, en el año 333 a.C., el Imperio
Persa llegó a su fin cuando Alejandro
Magno derrotó a los ejércitos de Darío
III en la batalla de Isos. Sin embargo,
10 años más tarde, tal como fue profetizado
en Daniel 8, Alejandro murió inesperadamente
y el Imperio Griego fue dividido
en cuatro partes, cada una de las
cuales fue gobernada por uno de sus cuatro
generales más poderosos.


Anteriormente, según el historiador judío
Josefo, el pueblo de Dios había sido
salvado y liberado cuando Ciro vio su
nombre y sus logros profetizados en las
Escrituras. Los escritos de Josefo también
mencionan que Alejandro Magno
perdonó a Jerusalén de la destrucción al
darse cuenta de que sus hazañas habían
sido profetizadas en el libro de Daniel.

Cuando Alejandro descendió sobre el
Cercano Oriente, quienes le resistieron
fueron aplastados sin piedad. Los fenicios
sintieron la ira de Alejandro cuando
él destruyó por completo su capital, Tiro.


Parecía que el mismo destino le aguardaba
a la rebelde Jerusalén, la cual había
apoyado a los desdichados persas en la
batalla de Isos.

Josefo relata que las tropas de Alejandro
rodearon la ciudad y se prepararon
para el ataque, pero de repente, las puertas
de la ciudad se abrieron y el sumo sacerdote
salió con su cortejo.

Josefo narra: “Alejandro, al contemplar
desde lejos a la multitud con vestidos
blancos, a cuyo frente iban los sacerdotes
con túnicas de lino, y el sumo sacerdote
con su vestidura de púrpura y escarlata . . .
él se acercó solo . . . y saludó primero al
sumo sacerdote . . . y los reyes de Siria y
los demás se sorprendieron de lo que había
hecho Alejandro y pensaron que había
perdido la razón. Sin embargo, Parmenio
. . . le preguntó por qué, cuando todos lo
adoraban a él, él estaba adorando al sumo
sacerdote de los judíos. A quien le contestó:
‘No lo adoré a él, sino al Dios que
lo ha honrado al nombrarlo como sumo
sacerdote. Vi a esta misma persona en un
sueño, vestida de esta manera . . . quien
. . . me exhortó que no me demorara . . .
pues él conduciría mi ejército y me daría
el dominio sobre los persas. Por eso . . .
viendo a esta persona vestida así, y recordando
la visión . . . creo que conduzco
este ejército bajo la guía divina’ . . . Y
cuando le mostraron el libro de Daniel, en
el cual Daniel declaró que uno de los griegos
iba a destruir al imperio de los persas,
supuso que se refería a él mismo; y por
cuanto estaba feliz . . . les preguntó a los
judíos qué favores les podía conceder, y el
sumo sacerdote pidió que les permitiera
observar las leyes de sus antepasados y
que los eximiera de pagar tributos en el
séptimo año. [Alejandro] les concedió
todo lo que le pidieron . . .” (Antigüedades
de los judíos, XI, viii, 5).

El reinado cruel de Antíoco

De este modo comenzó el reinado
griego en Judea, que duraría unos 150
años. El capítulo 11 de Daniel profetiza
los altibajos que tendrían los judíos bajo
los griegos. Luego de la muerte de Alejandro,
Judea pasó a ser parte del reino
del general Tolomeo, quien gobernaba
desde Egipto. Ese período fue generalmente
pacífico para los judíos.


Sin embargo, las guerras intermitentes
entre los Tolomeos de Egipto y los Seléucidas
de Siria por el control total del Imperio
Griego llegaron a culminar en 198
a.C., año en que los Tolomeos fueron derrotados.
Judea entonces pasó a ser dominio
de los Seléucidas.
Poco después de que el linaje seléucida
del Imperio Griego comenzó a reinar sobre
Judea, surgió un monarca que cumpliría
varias profecías nefastas que se encuentran
en el libro de Daniel. Según los
historiadores, Antíoco IV, llamado Epífanes,
fue el gobernante que estableció la
primera “abominación desoladora” mencionada
en los capítulos 8 y 11 de Daniel.

En Daniel 8:8-13 se describe esa época:
“El macho cabrío [Grecia] se engrandeció
sobremanera; pero estando en su
mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado
[Alejandro Magno murió súbitamente
en el pináculo de su poder], y en su
lugar salieron otros cuatro cuernos notables
hacia los cuatro vientos del cielo [el
reino de Alejandro fue dividido entre sus
cuatro principales generales]. Y de uno de
ellos salió un cuerno pequeño [Antíoco
Epífanes], que creció mucho al sur [Egipto],
y al oriente [Mesopotamia], y hacia la
tierra gloriosa [Judea] . . . Aun se engrandeció
contra el príncipe de los ejércitos, y
por él fue quitado el continuo sacrificio, y
el lugar de su santuario [el templo en Jerusalén]
fue echado por tierra . . . Entonces
oí a un santo que hablaba; y
otro de los santos preguntó a aquel
que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la
visión del continuo sacrificio, y la prevaricación
asoladora . . .?”

Una fuente de consulta hace el siguiente
comentario sobre Antíoco Epífanes:
“Su carrera en Palestina está registrada en
1 y 2 de Macabeos, y predicha en forma
asombrosa en [Daniel] 11:21-35” (The
International Standard Bible Encyclopedia
[“Enciclopedia internacional general
de la Biblia”], tomo 1, p. 145). Los libros
de los Macabeos no están incluidos en el
canon hebreo tradicional de las Escrituras,
pero contienen valiosos relatos históricos.

Ambos libros fueron escritos antes
del nacimiento de Jesucristo.
Otro comentario bíblico tiene un breve
resumen de los tres años de la “abominación
desoladora” bajo Antíoco Epífanes:

“Esta parte de la visión preveía el surgimiento
de un gobernante del Imperio
Griego que sometió al pueblo y la tierra
de Israel, profanó el templo, interrumpió
su culto, y exigió para sí mismo la autoridad
y la adoración que le corresponden
a Dios. Profanó el templo y abolió el sacrificio
diario.

“Antíoco envió al general Apolonio y
22.000 soldados a Jerusalén en lo que
pretendía ser una misión pacífica. No
obstante, en un día sábado atacaron a Jerusalén,
mataron a muchas personas, tomaron
numerosos niños y mujeres como
esclavos, y saquearon e incendiaron la
ciudad. Con el fin de exterminar el judaísmo
y helenizar a los judíos, les prohibió
seguir sus costumbres religiosas (entre
ellas sus fiestas y la circuncisión), y
ordenó que quemaran todas las copias de
la Ley. Luego estableció la abominación
desoladora.

“En este acto culminante, el 16 de diciembre
de 167 a.C. erigió un altar a Zeus
sobre el altar de los holocaustos afuera
del templo e hizo que sacrificaran un cerdo
en el altar. A los judíos se les obligó sacrificar
un cerdo en el 25 de cada mes
para celebrar el cumpleaños de Antíoco
Epífanes. Les prometió a los judíos apóstatas
grandes recompensas
si abandonaban
al Dios de Israel y adoraban a Zeus,
el dios de Grecia. Muchos en Israel fueron
persuadidos por sus promesas y adoraron
al dios falso. No obstante, un pequeño
remanente se mantuvo fiel a Dios y
rehusó participar en esas prácticas abominables.
Antíoco IV murió enloquecido en
Persia en el año 163 a.C.” (The Bible
Knowledge Commentary [“Comentario
del conocimiento bíblico”], 1997).

La precisión con que Daniel (con más
de 300 años de anticipación) describió los
hechos de ese período llevó a muchos críticos
de la Biblia a darle otra fecha al libro
de Daniel para que pareciera haber
sido escrito después de los sucesos. No
podían admitir que estos sucesos habían
sido profetizados. Sin embargo, gracias al
descubrimiento de los rollos del mar
Muerto en 1948, los cuales contienen
secciones de todos los libros del Antiguo
Testamento salvo Ester, la fecha tradicional
de Daniel ha recibido más apoyo.


El estudioso Gleason Archer explica:
“Con el fin de evitar el impacto que causarían
las pruebas decisivas de la inspiración
sobrenatural que abundan en el libro
de Daniel, era necesario para los eruditos
racionalistas encontrar un período posterior
en la historia judía cuando todas las
‘predicciones’ ya habían sido cumplidas,
tal como el reinado de Antíoco Epífanes
(175-164 a.C.) . . . Con la abundancia de
nuevos datos suministrados por los manuscritos
de la cuevas del mar Muerto, es
posible resolver esta cuestión de una vez
por todas” (Encyclopedia of Bible Difficulties
[“Enciclopedia de dificultades bíblicas”],
1982, p. 282).


Gracias a estas nuevas pruebas lingüísticas,
el Dr. Archer procede a mostrar
lo acertada que es la fecha tradicional
para el libro de Daniel (aproximadamente
el año 530 a.C.).


El dominio de Roma


En 164 a.C., gracias a la resistencia heroica
de la familia de los Macabeos, los judíos
lograron vencer a sus opresores sirios.
Gozaron de su independencia por un siglo
bajo el gobierno de los descendientes de
los Macabeos. Sin embargo, en el año 63
a.C. el general romano Pompeyo conquistó
Judea y la hizo territorio romano.

Unos decenios más tarde, el pueblo judío
sufrió considerablemente cuando los
romanos nombraron a Herodes el Grande
como rey de Judea. Herodes gobernó desde
el año 37 hasta el 4 a.C. Durante sus últimos
años de vida se cerró el período intertestamentario
y se inauguró la era del
Nuevo Testamento.

Esperamos que usted siga leyendo los
artículos de esta serie, que explican cómo
la arqueología confirma la veracidad de la
Palabra de Dios.

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