sexta-feira, 28 de maio de 2010

LOS JUDIOS DE EGIPTO: ALEJANDRIA

Los judíos de Egipto: Alejandría

En Alejandría, ciudad muy floreciente e importante en este período, el judaísmo conoce un período de gran vitalidad. Hacia el 132 a.C., el nieto de Ben Sirá, llegado a Alejandría, traduce allí el libro del Sirácida, que nos ha llegado completo gracias a esta versión. En el prefacio, el anónimo nieto afirma que ha llevado a cabo su trabajo pensando en los que, viviendo en el extranjero, desean vivir conforme a la ley.




A finales del siglo I a.C., durante el imperio de Augusto (31 a.C.-14 d.C.), nacerá otra obra análoga, que entrará luego en el canon católico, el libro de la Sabiduría, destinado a la formación de los jóvenes judíos de Alejandría, tentados a menudo a abandonar la fe judía. El libro de la Sabiduría intentará osadamente anunciar a su tiempo el mensaje bíblico usando categorías y lenguaje griegos, operación que marcará también a los comienzos del cristianismo.



La obra de mayor relieve del judaísmo
alejandrino será, sin embargo, la traducción griega de
la Biblia hebrea, conocida como los Setenta. La
realidad histórica es muy simple; en el período
tolomaico las comunidades judías presentes en
Egipto sintieron la necesidad de una traducción que
les permitiese leer la Biblia en la lengua usada
diariamente, el griego, como lo testimonia ya el
prólogo de Ben Sirá.


Aquella traducción, limitada en
un primer tiempo sólo al Pentateuco, se amplió
también sucesivamente, en un lapso de tiempo que
llega hasta el siglo I a.C., a los demás libros de la
Biblia hebrea, añadiendo otros textos redactados en
aquel período, como el libro de Ben Sirá (Sirácida),
los Macabeos, la Sabiduría y otros, algunos de los
cuales no entraron tampoco en el canon de las
Iglesias cristianas.



El judaísmo se negará a reconocer la
canocidad de los libros contenidos sólo en los
Setenta, limitando la lista de los libros inspirados
sólo a los contenidos en la Biblia hebrea; por tanto,
eliminando 1-2 Mac, Jdt, Tob, Sab, Si, Bar y algunas
adiciones de Est y Dan. El canon católico acogerá
todos esos libros, pero negándose a reconocer la
inspiración de otros textos de los Setenta, como los
Salmos de Salomón, las Odas y 3-4 Macabeos.


La literatura del judaísmo de la diáspora comprendía además dos nombres importantes.
Filón y Flavio Josefo, ambos importantes por diverso título, no sólo para la historia de Israel, sino también, en particular Filón, para la misma historia del cristianismo.
(FUENTE: C.E.T. TENERIFE SEMINARIO DIOCESANO LA LAGUNA – INSTITUTO SUPERIOR SAN AUGUSTÍN)

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