Entorno histórico geográfico de la época del exilio
1. Concepto de exilio
El exilio es el estado de estar lejos de la propia tierra (ya sea ciudad o nación) y puede definirse como la expatriación, voluntaria o forzada, de un individuo. Algunos autores utilizan el término "exiliado" con el sentido de "refugiado". (http://es.wikipedia.org)
2. Principales divisiones de los reinos de la geografía de Palestina
Ortega (2002) situó los acontecimientos históricos juntos en la época de la tradición escrita de los libros bíblicos, en nuestro caso discutiremos la época del exilio:
597 a. C. Primeras deportaciones hacia Babilonia, sobre todo de las gentes principales, tanto en el aspecto político – cultural y económico, como religioso.
593 a.C. Carta de Jeremías a los deportados. Vocación de Ezequiel al profetismo.
587 a.C. Segunda toma de Jesusalén. Nuevas deportaciones a Babilonia. Las lamentaciones. Comienza la actividad literaria de la Tradición Sacerdotal.
573 a.C. La (Thorá) de Ezequiel
546 a.C. Victorias de Ciro en Asia Menor; sus conquistas vienen anunciadas por el profeta del Libro de la Consolación. (Is 40-50).
539 a.C. Toma de Babilonia por Ciro, rey de Medos y Persas. Este rey se muestra clemente y respetuoso con los judíos; su misión es llevar la paz, libertad y cultura a todas las naciones, incluso en el plano religioso.
De forma breve el autor AA.VV (1992) narra los hechos de la siguiente forma:
En el año 724/721 a.C. la Asiria invade el Reino del Norte (Israel) y toma posesión de aquella región. Más o menos 150 años después, El Imperio de Babilonia vence a Asiria y somete al reino del Sur (Judá), poniendo fin a su existencia. Los Babilonios llevan buena parte de la población de Judá hacia Babilonia, donde permanece unos 50 años (587 – 538 a.C.). Este es el tiempo del exilio. Pero Babilonia, a su vez es vencida posteriormente por Persia. El rey de los persas Ciro deja al pueblo judío regresar a su tierra.
(Fuente: Presentación General a la Biblia. Elaborado por Cesaria Angela Lubes Colella)
Une étude en cours sur l'histoire d'Israël dans les temps bibliques, depuis l'émergence de la nation d'Israël jusqu'à ce que le jour de Jésus-Christ, y compris la période inter-bibliques englobant la fin de l'Ancien Testament et du Nouveau Testament.(Par Scribe Valdemir Mota de Menezes)
segunda-feira, 31 de maio de 2010
sexta-feira, 28 de maio de 2010
LOS JUDIOS DE EGIPTO: ALEJANDRIA
Los judíos de Egipto: Alejandría
En Alejandría, ciudad muy floreciente e importante en este período, el judaísmo conoce un período de gran vitalidad. Hacia el 132 a.C., el nieto de Ben Sirá, llegado a Alejandría, traduce allí el libro del Sirácida, que nos ha llegado completo gracias a esta versión. En el prefacio, el anónimo nieto afirma que ha llevado a cabo su trabajo pensando en los que, viviendo en el extranjero, desean vivir conforme a la ley.
A finales del siglo I a.C., durante el imperio de Augusto (31 a.C.-14 d.C.), nacerá otra obra análoga, que entrará luego en el canon católico, el libro de la Sabiduría, destinado a la formación de los jóvenes judíos de Alejandría, tentados a menudo a abandonar la fe judía. El libro de la Sabiduría intentará osadamente anunciar a su tiempo el mensaje bíblico usando categorías y lenguaje griegos, operación que marcará también a los comienzos del cristianismo.
La obra de mayor relieve del judaísmo
alejandrino será, sin embargo, la traducción griega de
la Biblia hebrea, conocida como los Setenta. La
realidad histórica es muy simple; en el período
tolomaico las comunidades judías presentes en
Egipto sintieron la necesidad de una traducción que
les permitiese leer la Biblia en la lengua usada
diariamente, el griego, como lo testimonia ya el
prólogo de Ben Sirá.
Aquella traducción, limitada en
un primer tiempo sólo al Pentateuco, se amplió
también sucesivamente, en un lapso de tiempo que
llega hasta el siglo I a.C., a los demás libros de la
Biblia hebrea, añadiendo otros textos redactados en
aquel período, como el libro de Ben Sirá (Sirácida),
los Macabeos, la Sabiduría y otros, algunos de los
cuales no entraron tampoco en el canon de las
Iglesias cristianas.
El judaísmo se negará a reconocer la
canocidad de los libros contenidos sólo en los
Setenta, limitando la lista de los libros inspirados
sólo a los contenidos en la Biblia hebrea; por tanto,
eliminando 1-2 Mac, Jdt, Tob, Sab, Si, Bar y algunas
adiciones de Est y Dan. El canon católico acogerá
todos esos libros, pero negándose a reconocer la
inspiración de otros textos de los Setenta, como los
Salmos de Salomón, las Odas y 3-4 Macabeos.
La literatura del judaísmo de la diáspora comprendía además dos nombres importantes.
Filón y Flavio Josefo, ambos importantes por diverso título, no sólo para la historia de Israel, sino también, en particular Filón, para la misma historia del cristianismo.
(FUENTE: C.E.T. TENERIFE SEMINARIO DIOCESANO LA LAGUNA – INSTITUTO SUPERIOR SAN AUGUSTÍN)
En Alejandría, ciudad muy floreciente e importante en este período, el judaísmo conoce un período de gran vitalidad. Hacia el 132 a.C., el nieto de Ben Sirá, llegado a Alejandría, traduce allí el libro del Sirácida, que nos ha llegado completo gracias a esta versión. En el prefacio, el anónimo nieto afirma que ha llevado a cabo su trabajo pensando en los que, viviendo en el extranjero, desean vivir conforme a la ley.
A finales del siglo I a.C., durante el imperio de Augusto (31 a.C.-14 d.C.), nacerá otra obra análoga, que entrará luego en el canon católico, el libro de la Sabiduría, destinado a la formación de los jóvenes judíos de Alejandría, tentados a menudo a abandonar la fe judía. El libro de la Sabiduría intentará osadamente anunciar a su tiempo el mensaje bíblico usando categorías y lenguaje griegos, operación que marcará también a los comienzos del cristianismo.
La obra de mayor relieve del judaísmo
alejandrino será, sin embargo, la traducción griega de
la Biblia hebrea, conocida como los Setenta. La
realidad histórica es muy simple; en el período
tolomaico las comunidades judías presentes en
Egipto sintieron la necesidad de una traducción que
les permitiese leer la Biblia en la lengua usada
diariamente, el griego, como lo testimonia ya el
prólogo de Ben Sirá.
Aquella traducción, limitada en
un primer tiempo sólo al Pentateuco, se amplió
también sucesivamente, en un lapso de tiempo que
llega hasta el siglo I a.C., a los demás libros de la
Biblia hebrea, añadiendo otros textos redactados en
aquel período, como el libro de Ben Sirá (Sirácida),
los Macabeos, la Sabiduría y otros, algunos de los
cuales no entraron tampoco en el canon de las
Iglesias cristianas.
El judaísmo se negará a reconocer la
canocidad de los libros contenidos sólo en los
Setenta, limitando la lista de los libros inspirados
sólo a los contenidos en la Biblia hebrea; por tanto,
eliminando 1-2 Mac, Jdt, Tob, Sab, Si, Bar y algunas
adiciones de Est y Dan. El canon católico acogerá
todos esos libros, pero negándose a reconocer la
inspiración de otros textos de los Setenta, como los
Salmos de Salomón, las Odas y 3-4 Macabeos.
La literatura del judaísmo de la diáspora comprendía además dos nombres importantes.
Filón y Flavio Josefo, ambos importantes por diverso título, no sólo para la historia de Israel, sino también, en particular Filón, para la misma historia del cristianismo.
(FUENTE: C.E.T. TENERIFE SEMINARIO DIOCESANO LA LAGUNA – INSTITUTO SUPERIOR SAN AUGUSTÍN)
CAIFAS
¿QUIÉN FUE CAIFAS?
Caifás (Joseph Caiaphas) fue un sumo sacerdote contemporáneo de Jesús. Es citado varias veces en el Nuevo Testamento (Mt 26,3; 26,57; Lc 3,2; 11,49; 18,13-14; Jn 18,24.28; Hch 4,6). El historiador judío Flavio Josefo dice que Caifás accedió al sumo sacerdocio alrededor del año 18, nombrado por Valerio Grato, y que fue depuesto por Vitelio en torno al año 36 (Antiquitates iudaicae, 18.2.2 y 18.4.3). Estaba casado con una hija de Anás. También según Flavio Josefo, Anás había sido el sumo sacerdote entre los años 6 y 15 (Antiquitates iudaicae, 18.2.1 y 18.2.2).
De acuerdo con esa datación, y conforme a lo
que señalan también los evangelios, Caifás era el sumo
sacerdote cuando Jesús fue condenado a morir en la cruz.
Su larga permanencia en el sumo sacerdocio es un
indicio más que significativo de que mantenía unas
relaciones muy cordiales con la administración
romana, también durante la administración de
Pilato.
En los escritos de Flavio Josefo se mencionan
en varias ocasiones los insultos de Pilato a la
identidad religiosa y nacional de los judíos y las
voces de personajes concretos que se alzaron
protestando contra él. La ausencia del nombre de
Caifás -que era el sumo sacerdote precisamente en
ese momento- entre los que se quejaron de los abusos
de Pilato, pone de manifiesto las buenas relaciones
que había entre ambos.
Esa misma actitud de cercanía y colaboración con la
autoridad romana esla que se refleja también en lo que
cuentan los evangelios en torno al proceso de Jesús y su
condena a muerte en la cruz. Todos los relatos evangélicos
coinciden en que tras el interrogatorio de Jesús, los
príncipes de los sacerdotes acordaron entregarlo a
Pilato (Mt 27,1-2; Mc 15,1; Lc 23,1 y Jn 18,28).
Para conocer cómo entendieron los primeros cristianos la muerte de Jesús, es significativo lo que narra San Juan en su evangelio acerca de las deliberaciones previas a su condena: "Uno de ellos, Caifás, que aquel año era sumo sacerdote, les dijo: -Vosotros no sabéis nada, ni os dais cuenta de que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca toda la nación. Pero esto no lo dijo por sí mismo [señala el evangelista], sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn 11,49-52).
En 1990 aparecieron en la necrópolis de Talpiot en Jerusalén doce osarios, uno de los cuales lleva la inscripción "Joseph bar Kaiapha", con el mismo nombre que Flavio Josefo atribuye a Caifás. Se trata de unos osarios del siglo I, y los restos contenidos en ese recipiente bien podrían ser los del mismo personaje mencionado en los evangelios.
(BIBLIOGRAFÍA: Bruce CHILTON, Caiaphas en The Anchor Bible Dictionary, vol. I (Doubleday, New York, 1992) 803-806¸ Zvi GREENHUT, "The Caiaphas Tomb in Northern Talpiyot, Jerusalem": Atiqot 21 (1992) 63-71.)
Caifás (Joseph Caiaphas) fue un sumo sacerdote contemporáneo de Jesús. Es citado varias veces en el Nuevo Testamento (Mt 26,3; 26,57; Lc 3,2; 11,49; 18,13-14; Jn 18,24.28; Hch 4,6). El historiador judío Flavio Josefo dice que Caifás accedió al sumo sacerdocio alrededor del año 18, nombrado por Valerio Grato, y que fue depuesto por Vitelio en torno al año 36 (Antiquitates iudaicae, 18.2.2 y 18.4.3). Estaba casado con una hija de Anás. También según Flavio Josefo, Anás había sido el sumo sacerdote entre los años 6 y 15 (Antiquitates iudaicae, 18.2.1 y 18.2.2).
De acuerdo con esa datación, y conforme a lo
que señalan también los evangelios, Caifás era el sumo
sacerdote cuando Jesús fue condenado a morir en la cruz.
Su larga permanencia en el sumo sacerdocio es un
indicio más que significativo de que mantenía unas
relaciones muy cordiales con la administración
romana, también durante la administración de
Pilato.
En los escritos de Flavio Josefo se mencionan
en varias ocasiones los insultos de Pilato a la
identidad religiosa y nacional de los judíos y las
voces de personajes concretos que se alzaron
protestando contra él. La ausencia del nombre de
Caifás -que era el sumo sacerdote precisamente en
ese momento- entre los que se quejaron de los abusos
de Pilato, pone de manifiesto las buenas relaciones
que había entre ambos.
Esa misma actitud de cercanía y colaboración con la
autoridad romana esla que se refleja también en lo que
cuentan los evangelios en torno al proceso de Jesús y su
condena a muerte en la cruz. Todos los relatos evangélicos
coinciden en que tras el interrogatorio de Jesús, los
príncipes de los sacerdotes acordaron entregarlo a
Pilato (Mt 27,1-2; Mc 15,1; Lc 23,1 y Jn 18,28).
Para conocer cómo entendieron los primeros cristianos la muerte de Jesús, es significativo lo que narra San Juan en su evangelio acerca de las deliberaciones previas a su condena: "Uno de ellos, Caifás, que aquel año era sumo sacerdote, les dijo: -Vosotros no sabéis nada, ni os dais cuenta de que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca toda la nación. Pero esto no lo dijo por sí mismo [señala el evangelista], sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn 11,49-52).
En 1990 aparecieron en la necrópolis de Talpiot en Jerusalén doce osarios, uno de los cuales lleva la inscripción "Joseph bar Kaiapha", con el mismo nombre que Flavio Josefo atribuye a Caifás. Se trata de unos osarios del siglo I, y los restos contenidos en ese recipiente bien podrían ser los del mismo personaje mencionado en los evangelios.
(BIBLIOGRAFÍA: Bruce CHILTON, Caiaphas en The Anchor Bible Dictionary, vol. I (Doubleday, New York, 1992) 803-806¸ Zvi GREENHUT, "The Caiaphas Tomb in Northern Talpiyot, Jerusalem": Atiqot 21 (1992) 63-71.)
LOS JUDIOS DE LA DIÁSPORA Y EL HELENISMO
Los judíos de la diáspora y el helenismo
El judaísmo de la diáspora es un fenómeno muy importante. En tiempos del Nuevo
Testamento los judíos residentes en el extranjero, frecuentemente desde hacía siglos, eran mucho más numerosos que los mismos judíos de Israel, como ocurre también hoy. En tiempo de Octavio Augusto se habla de una población judía, dentro del imperio romano, de unos cuatro millones y medio de judíos, de los que en Israel no había más de un millón.
El judaísmo se encontraba en contacto directo con la
cultura helenística y el influjo de la filosofía griega se deja
sentir en el campo religioso; el judaísmo de la diáspora insiste
menos en los aspectos culturales y mucho más en los éticos y
morales. Elementos típicamente judíos como el templo, el
culto, el sacerdocio y las prácticas rituales ven muy reducida su
importancia en relación con el contenido moral, que coloca al
judaísmo en un nivel ético superior respecto al paganismo.
La gran fuerza moral del judaísmo ejercía efectivamente
una cierta influencia en el paganismo. Muchos paganos
solicitaban entrar en el judaísmo corno prosélitos; aunque no
circuncidados, y por tanto no del todo incorporados al pueblo
judío, estos "temerosos de Dios" observaban los preceptos
fundamentales de la Torá y participaban en la vida de la
sinagoga. El centurión Cornelio, protagonista de He 10, es
ciertamente uno de ellos.
Sin embargo, el modo de vivir judío provocaba a
menudo tensiones y choques, que podían terminar incluso en
verdaderas persecuciones. El hecho de considerarse de algún
modo separados del resto de la sociedad, de proclamar una fe
superior a las restantes, de vivir según leyes rígidamente
observadas y en el fondo extrañas, al menos a los ojos de un
pagano, suscitaban sentimientos de sospecha y hostilidad. Sin
embargo, bajo el imperio romano los judíos gozaban de una
autonomía bastante amplia, especialmente en el campo
religioso, si bien a nivel popular no gozaban de buena fama,
corno lo atestiguan las persecuciones ocurridas durante el breve
reinado de Calígula (37-41 d.C.).
El edicto del emperador Claudio, dirigido a los ciudadanos de Alejandría en el 41 d.C., exhorta a no cuestionar el derecho de los judíos a su libertad religiosa y al mantenimiento de sus costumbres, e invita a la "comprensión y amistad recíproca".
Sin embargo, el mismo Claudio expulsó a los judíos de Roma a consecuencia de motines antijudíos (el hecho se recuerda en He 18,1-4).
(FUENTE: C.E.T. TENERIFE SEMINARIO DIOCESANO LA LAGUNA – INSTITUTO SUPERIOR SAN AUGUSTÍN)
El judaísmo de la diáspora es un fenómeno muy importante. En tiempos del Nuevo
Testamento los judíos residentes en el extranjero, frecuentemente desde hacía siglos, eran mucho más numerosos que los mismos judíos de Israel, como ocurre también hoy. En tiempo de Octavio Augusto se habla de una población judía, dentro del imperio romano, de unos cuatro millones y medio de judíos, de los que en Israel no había más de un millón.
El judaísmo se encontraba en contacto directo con la
cultura helenística y el influjo de la filosofía griega se deja
sentir en el campo religioso; el judaísmo de la diáspora insiste
menos en los aspectos culturales y mucho más en los éticos y
morales. Elementos típicamente judíos como el templo, el
culto, el sacerdocio y las prácticas rituales ven muy reducida su
importancia en relación con el contenido moral, que coloca al
judaísmo en un nivel ético superior respecto al paganismo.
La gran fuerza moral del judaísmo ejercía efectivamente
una cierta influencia en el paganismo. Muchos paganos
solicitaban entrar en el judaísmo corno prosélitos; aunque no
circuncidados, y por tanto no del todo incorporados al pueblo
judío, estos "temerosos de Dios" observaban los preceptos
fundamentales de la Torá y participaban en la vida de la
sinagoga. El centurión Cornelio, protagonista de He 10, es
ciertamente uno de ellos.
Sin embargo, el modo de vivir judío provocaba a
menudo tensiones y choques, que podían terminar incluso en
verdaderas persecuciones. El hecho de considerarse de algún
modo separados del resto de la sociedad, de proclamar una fe
superior a las restantes, de vivir según leyes rígidamente
observadas y en el fondo extrañas, al menos a los ojos de un
pagano, suscitaban sentimientos de sospecha y hostilidad. Sin
embargo, bajo el imperio romano los judíos gozaban de una
autonomía bastante amplia, especialmente en el campo
religioso, si bien a nivel popular no gozaban de buena fama,
corno lo atestiguan las persecuciones ocurridas durante el breve
reinado de Calígula (37-41 d.C.).
El edicto del emperador Claudio, dirigido a los ciudadanos de Alejandría en el 41 d.C., exhorta a no cuestionar el derecho de los judíos a su libertad religiosa y al mantenimiento de sus costumbres, e invita a la "comprensión y amistad recíproca".
Sin embargo, el mismo Claudio expulsó a los judíos de Roma a consecuencia de motines antijudíos (el hecho se recuerda en He 18,1-4).
(FUENTE: C.E.T. TENERIFE SEMINARIO DIOCESANO LA LAGUNA – INSTITUTO SUPERIOR SAN AUGUSTÍN)
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